Escribo con mano izquierda
aunque mi letra esté horrible,
desastrosa, inentendible
y entre rayones se pierda.
Aunque la vida me muerda
la mano con la que escribo,
yo por nada le prohíbo
la libertad a mi mano,
pues sólo me siento humano
si torcidamente vivo.
En mi mano izquierda cabe
el calor, el alfabeto,
el temblor, el aire inquieto,
la caricia fuerte o suave.
El zurdo lleva la llave
para componerlo todo
y encontrar el acomodo
cuando el mundo se complica,
pues ser zurdo significa
ser derecho de otro modo.
Hoy me siento bendecido
de escribir con la siniestra,
mi caligrafía muestra
que he nacido retorcido.
Mis garabatos han sido
reflejo de mi figura,
y aunque no tengan moldura,
me descifro sin complejo
porque soy zurdo y festejo
la derechueca escritura.
Me gusta ser derechueco,
tener horrenda grafía
para bosquejar poesía
hasta quedar harto y seco.
Yo de chueco siempre peco
aunque ofenda al erudito
con la letra de mi escrito
que es tan fea como escroto,
así soy y no me azoto:
escribir mal es bonito.
Si ven mi caligrafía,
eviten meter cizaña,
pues no son patas de araña
las letras de mi poesía.
Mi mano jamás podría
trazar signos menos chatos,
así que sean sensatos
y no me pidan lo absurdo:
si ya saben que soy zurdo,
aguanten mis garabatos.
¿Tengo la letra cochina?
¡Soy tan zurdo como cerdo!
Y por ser porcino izquierdo
mi letra se desafina.
Esto no me desanima
ni me deja adolorido,
derechueco siempre he sido
y ser zurdo me recuerda
que el que escribe con la
izquierda
sabe amar lo retorcido.
Derechuecamente vivo
con taches y rayaduras,
y con mis letras impuras
la torcida vida escribo.
Ser siniestro no es nocivo
ni me convierte en maltrecho,
más bien, estoy satisfecho
de escribir izquierdizado,
en eso vivo adiestrado:
y ser zurdo es mi derecho.
*para más décimas Lufloro Panadero
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