viernes, 8 de octubre de 2021

El diálogo y la comprensión en la relación con los adolescentes: herramientas para padres de familia

 


 

Germán Ríos Morfín*

            Los papás y mamás se preguntan cómo pueden entender las dinámicas de sus hijos e hijas para poderlos prevenir de sufrimientos o fracasos importantes. También quisieran alejarlos de peligros o favorecer la mayor cantidad de opciones posibles para que sean felices.

 

            Comprenderlos y estar cerca de ellos o ellas puede implicar el atender situaciones no esperadas, hablar de temas incomodos y también aprender a acompañarlos en situaciones cotidianas y sencillas como ver películas, respetar el silencio o comer juntos.

 

            En muchas ocasiones será necesario aumentar tu empatía y recordar tu adolescencia, con gustos y frustraciones, que asumías en el olvido. Algunos recuerdos te pueden facilitar el camino en esa misión de ser cercano o cercana en la familia y también llevarte a atender heridas que creías resueltas, generando una dinámica más amorosa y compasiva; o el hecho de reconocer momentos buenos o positivos de épocas pasadas relativiza el miedo o frustraciones, las presiones sociales del “deber ser” y te centra en los recursos y buenas experiencias que ya se tienen como papá-mamá e hijo o hija.

 

            En esta noble labor algunos se encuentran con caminos que complican la relación cercana que se busca favorecer como crisis en el ámbito personal, afectivo, económico, relación de pareja o relaciones familiares conflictivas que de manera directa o indirecta dañan el vínculo en la familia y está condición se manifiesta en síntomas en los hijos como depresiones, adicciones, anorexia y bulimia o en menor grado asilamiento, problemas de convivencia con sus compañeros, faltas de respeto a la autoridad, dificultad para tomar decisiones entre otros. La atención con un profesional de la salud mental es una buena opción en estas circunstancias.

 

             De manera concreta, para potenciar una relación sana y evitar relaciones distantes, te recomiendo que hagas una pausa en tres acciones: favorecer la cercanía, retomar tu proceso personal de adolescente de manera compasiva y mantener expresiones afectivas.

 

FAVORECER LA CERCANÍA.

 

            La primera noción a reflexionar que propongo a los padres y madres es favorecer el encuentro y la presencia. Para ir alcanzando la cercanía con los adolescentes, hay que observar los “códigos” en sus chistes o bromas que crean los jóvenes en sus círculos basados en comentarios de youtoubers, deportistas, canciones o diferentes gustos que ellos tienen. Por ejemplo, cuando uno de ellos vive algo complicado dice F para Juan. Este comentario es el resultado de una acción de un juego de video donde pregunta si se quiere volver a iniciar tiene que presionar la letra “F” de su teclado. Esto es sencillo de aclar cuando se les pregunta a ellos que quieren decir. Tan solo poner atención en estos detalles sin buscar ser invasivo o invasiva, da idea de tu interés en comprender su mundo y abre las puertas a encuentros constructivos.

 

            Para un vínculo sano uno debe de estar en una actitud amorosa (Omher 2017; Linares 1996) con la posibilidad de reconocer y querer a la persona en lo que vive sin prejuicios, de manera compasiva y favorecer este trato con uno mismo. En lugar de decirle “cómo es posible que no te guste el deporte” o “esa porquería de música no se debe de escuchar”, trata de hablar del tema o compartir tus gustos sin obligarle a seguirlos, sino como una forma de estar.

 

            Otro punto importante con el que logras un dialogo o conversaciones fructíferas, es establecer las condiciones para la buena comunicación, donde lo importante no es cumplir con deberes o exigencias personales como hablar de lo mal que le va en la escuela o lo asilado que lo notas, ni tampoco ver dónde está el error o quien pudo haberlo cometido ( te puedes sentir culpable por su mal comportamiento y encontrar causas en el pasado sin acercarte de una manera diferente) (Ceberio 2006),  sino tratar de abrir un espacio de tranquilidad o comodidad en la medida de lo posible, cuidando que el objetivo sea acompañar y confiar en que esta atención a la larga les llevará a compartir contigo aquello que les pasa o buscarán la forma de hacértelo saber.

 

            Luego viene lo complejo, cuando tienes que detenerte a entender y acompañar comportamientos de desprecio, de miedo o de tristeza que se observa en asilamiento o reacciones impulsivas que de entrada no se pueden explicar y no observas alguna situación en especial que explique esta conducta. Puede que percibas que todo está bien y no tengas alguna idea de lo que está pasando.

 

            Lo mejor es evitar el control o los miedos con conductas reactivas a la experiencia ambigua que se presentan en prejuicios o sobreprotección (buscar soluciones inmediatas, dar instrucciones, regañar, etc.), así como desligarte de expectativas “altas” o exigentes centradas en condiciones personales no resueltas sobre tus hijos o hijas y replantear los deseos, sueños o ideales en lo material, espiritual y afectivo.

 

             Cuando logras tomar consciencia de que muchos de tus conflictos en la relación pueden deberse a frustraciones de tu pasado o a partir sobre exigencias en tu presente, puedes empezar una nueva percepción de lo que sucede e inclusive esta situación ser una oportunidad para ti de entenderte y tratarte de una manera diferente.

 

            Además, para favorecer conversaciones o entender su experiencia, lo primero que se recomienda es no obligarles a decir o dar una explicación y darte tu espacio para estar con paciencia,  al margen de las situaciones que tienes que resolver, para acompañarlos o estar con ellos o ellas[1]. En ocasiones no saben que les pasa (en especial en casos donde hay abuso, tensión en la relación de sus papás, un problema económico en la familia, etc.), su mejor medio de expresión son sus gestos y comportamientos de rechazo o asilamiento (Ceberio 2009)

 

            Si en este punto te das cuenta que surge la molestia en ti, repites alguna idea que confirma que el problema solo es tu hijo o tu hija, sin poder ver como también puedes estar afectado o afectada por problema, el amor se convierte en frustración constante, rechazo o agresiones y es complicado recuperar la relación. Es importante hacer una pausa y, si no surge una nueva actitud, pide ayuda profesional.

 

RETOMA TU PROCESO ADOLESCENTE.

 

            Al inicio del escrito te comentaba que es importante que te ubiques en esa etapa y que imagines o traigas a tu mente aquellas condiciones que eran significativas a esa edad. No es lo mismo enamorarte a los 15 que a los 25, 35 o 50 años, de la misma forma las expectativas y relaciones con los amigos van cambiando con el tiempo, lo que llega a generar una “brecha” generacional que impide una buena comunicación.

 

            En esta etapa pudiste haber sido más consciente de necesidades y situaciones en casa y tener otra opinión diferente a tus papás respecto a tus amigos o eventos a los que asistías. Descubriste otra forma de entender lo económico, social, familiar, religioso, corporal o intelectual.   

 

            Probablemente tus reflexiones estaban más centradas en tus deseos para tu vida adulta; o como poder conquistar a esa chava o ese chavo; probablemente te cuestionabas sobre temas políticos de injusticia o hábitos en casa que antes te parecían normales.

 

            Al ver y pensar en estas situaciones, puedes irte acompañando de tu pareja o amigos cercanos y compartir tus experiencias o análisis que vas encontrando. Puede ser divertido que cada conversación lograda con amigos, familiares o pareja te pudiera una nueva perspectiva de tu vida y de lo que vives o por otro lado que esta crisis con tu hijo o hija te confirme que es importante atender y reconocer la importancia de tu necesidad que habita en ti desde tu juventud o inclusive tu niñez y aprender a darle su lugar (Laso 2014).

 

            Habrá quienes te cuenten experiencias nuevas como el nacimiento de la idea de su negocio que tienen ahora o que a partir de cierta experiencia en esa etapa decidieron que carrera querían estudiar. Algunos otros te contarán maneras divertidas o curiosas de la relación con su sexualidad, desde el enamoramiento hasta el encuentro con su cuerpo. Otros tantos te abrirán su corazón con experiencias difíciles que no te hubieras imaginado que tuvieron que superar.

 

            Tan solo darte este tiempo puede ser entretenido y podrás incluir toda una gama de temas o conversaciones valiosas. Estos recuerdos te podrán ubicar un poco mejor en las necesidades de tus hijos o hijas e inclusive, como comenté anteriormente, podrán despertar algunas tuyas que están pendientes por atender.

 

            Estos relatos, aumentan la empatía y la compasión, condiciones importantes para poder comprender a tu hijo(a) que vive esta etapa de una manera cercana y humana.

 

MANTENER EXPRESIONES AFECTIVAS CONSTRUCTIVAS.

 

            Parece una propuesta sencilla, no creo que algún papá o mamá en su sano juicio se proponga dañar a sus hijos o quererles transmitir la sensación de menosprecio o poca valía. Lo complejo en las relaciones humanas es que en ocasiones si se transmite el dolor hacía los hijos, se les cobran deudas que se les deberían de cobrar a los propios padres, se les ponen expectativas que no les corresponden o los limitamos con nuestros miedos.

 

            Por ello hay que reconocer el cariño que damos, procurando la comprensión y el dialogo. Imagina que en ocasiones disfrutas o reflexionas sobre las acciones que le hacen bien a tu hijo o hija, por más simple que parezca.  Esto es “alimento” para su corazón, sus sueños y su vida. Y lo increíble es que esto sucede de manera recurrente, la confusión estriba en la idea de que lo grandioso o valioso de la vida es algo diferente a lo que vivimos día a día, o que el error somos nosotros mismos.

 

            Reconocer que hace bien el adolescente y el apoyo de los adultos en casa, son fuertes herramientas de protección. Las mamás o papás desgastados o lastimados, una de las cosas que pierden o es un reto alcanzar es la paciencia donde se procura el afecto. Ya sea porque no la vivieron o porque las circunstancias actuales los tienen en una presión constante, les aleja de sentir cariño y comprensión en la familia. Esta condición a la larga, sin ser atendida y comprendida, inevitablemente se relacionará con síntomas psiquiátricos o conductas problemáticas en los adolescentes.

 

            Volviendo al tema de querer o demostrar afecto, date tu tiempo para reconocer que les hace bien, desde una caminata en la tarde, una comida, un te quiero, un abrazo, ver una película, una broma y muchas cosas más. Replícalo cada que puedas y veas pertinente, hazlo de manera consciente, auténtica y evita que sea algo en automático o forzado.

 

            Si te encuentras con complicaciones para expresar afecto, es probable que no sepas como darlo o que alguna situación personal lo impide. Puedes pedir ayuda profesional, como lo he ido mencionando en el escrito (las frustraciones que no permiten renovar o resolver las tensiones con los hijos puede que te lleven a esta posibilidad) o también irlo dialogando con alguien de confianza que te ayude a pensar en cómo puedes aprender a querer. Y si quisieras practicar desde lo básico, puedes empezar a tomar el cariño desde la salida del sol al amanecer, el saludo de las personas en tu trabajo, tu salud o alguna condición positiva que reconozcas. Todo el tiempo pudieras encontrar algo amoroso que fortalezca tus relaciones con los otros y contigo mismo o contigo misma.

 

CONCLUSIÓN.

 

            Puedes poner en práctica estas ideas para ser cercano o cercana y dialogar para comprender a tu hijo o hija. Si observas no solo es preguntar o investigar qué es lo que hace, sino que es una actitud de cercanía y respeto, donde lo importante es favorecer una relación constructiva y afectuosa.

 

            Los principales retos los podrás encontrar en crisis actuales o carencias afectivas en tu vida. No quiere decir que seas el culpable o la culpable de sus males, sino que al atenderte facilitas que ellos también lo hagan, siguen tu ejemplo en sus vidas, aunque en ocasiones parece que te ignoran.

 

            Por último, confía en los recursos que tengas para demostrar el afecto, cuando esta característica se cuida y se hace de manera consciente, auténtica y prudente, se abren nuevas posibilidades para dialogar y compartir la vida. A pesar de los malos ratos o los conflictos, el hecho de poner de antemano el cariño, permite entender de otra manera el pasado y procurar un futuro pleno para ellos y ellas.




 * Germán Ríos Morfín, es psicólogo y terapeuta familiar, actualmente se desempeña como coordinador académico en el bachillerato Pedro Arrupe, docente en la Universidad Marista de Guadalajara y terapeuta clínico. Para conocer más su trabajo: Supervisión de la práctica en psicoterapia


REFERENCIAS.

 

Ceberio, M (2006), “La buena comunicación”. Barcelona: Paidós.

Ceberio, M (2009), “Cuerpo, espacio y movimiento en psicoterapia. El cuerpo del psicoterapeuta como herramienta de investigación.” Buenos Aires: Teseo.

Omer, H (2017), “Resistencia pacífica. Nuevo método de intervención con hijos violentos y autodestructivos”. Madrid: Ed Morata S.L.

Laso, E (2014) El trabajo con emociones en terapia familiar: teoría y aplicaciones. México: Revista Redes.

Linares, J (1996), Identidad y Narrativa. Barcelona, Paidós.



[1] Otros tantos son conscientes de que hay una crisis en casa y no saben cómo acompañarlos, se resignan a esa tensión, y se enfocan en resolver otro conflicto relacionado con lo económico, un conflicto de pareja, enfermedad de algún familiar, etc. y no con el comportamiento extraño que observan.