Germán
Ríos Morfín*
Los papás y mamás se preguntan cómo
pueden entender las dinámicas de sus hijos e hijas para poderlos prevenir de
sufrimientos o fracasos importantes. También quisieran alejarlos de peligros o
favorecer la mayor cantidad de opciones posibles para que sean felices.
Comprenderlos y estar cerca de ellos
o ellas puede implicar el atender situaciones no esperadas, hablar de temas
incomodos y también aprender a acompañarlos en situaciones cotidianas y
sencillas como ver películas, respetar el silencio o comer juntos.
En muchas ocasiones será necesario
aumentar tu empatía y recordar tu adolescencia, con gustos y frustraciones, que
asumías en el olvido. Algunos recuerdos te pueden facilitar el camino en esa
misión de ser cercano o cercana en la familia y también llevarte a atender
heridas que creías resueltas, generando una dinámica más amorosa y compasiva; o
el hecho de reconocer momentos buenos o positivos de épocas pasadas relativiza
el miedo o frustraciones, las presiones sociales del “deber ser” y te centra en
los recursos y buenas experiencias que ya se tienen como papá-mamá e hijo o
hija.
En esta noble labor algunos se
encuentran con caminos que complican la relación cercana que se busca favorecer
como crisis en el ámbito personal, afectivo, económico, relación de pareja o
relaciones familiares conflictivas que de manera directa o indirecta dañan el
vínculo en la familia y está condición se manifiesta en síntomas en los hijos
como depresiones, adicciones, anorexia y bulimia o en menor grado asilamiento,
problemas de convivencia con sus compañeros, faltas de respeto a la autoridad, dificultad
para tomar decisiones entre otros. La atención con un profesional de la salud
mental es una buena opción en estas circunstancias.
De manera concreta, para potenciar una
relación sana y evitar relaciones distantes, te recomiendo que hagas una pausa
en tres acciones: favorecer la cercanía, retomar tu proceso personal de
adolescente de manera compasiva y mantener expresiones afectivas.
FAVORECER
LA CERCANÍA.
La primera noción a reflexionar que
propongo a los padres y madres es favorecer el encuentro y la presencia. Para
ir alcanzando la cercanía con los adolescentes, hay que observar los “códigos”
en sus chistes o bromas que crean los jóvenes en sus círculos basados en
comentarios de youtoubers, deportistas, canciones o diferentes gustos que ellos
tienen. Por ejemplo, cuando uno de ellos vive algo complicado dice F para Juan.
Este comentario es el resultado de una acción de un juego de video donde
pregunta si se quiere volver a iniciar tiene que presionar la letra “F” de su
teclado. Esto es sencillo de aclar cuando se les pregunta a ellos que quieren
decir. Tan solo poner atención en estos detalles sin buscar ser invasivo o
invasiva, da idea de tu interés en comprender su mundo y abre las puertas a
encuentros constructivos.
Para un vínculo sano uno debe de
estar en una actitud amorosa (Omher 2017; Linares 1996) con la posibilidad de
reconocer y querer a la persona en lo que vive sin prejuicios, de manera
compasiva y favorecer este trato con uno mismo. En lugar de decirle “cómo es
posible que no te guste el deporte” o “esa porquería de música no se debe de
escuchar”, trata de hablar del tema o compartir tus gustos sin obligarle a
seguirlos, sino como una forma de estar.
Otro punto importante con el que
logras un dialogo o conversaciones fructíferas, es establecer las condiciones
para la buena comunicación, donde lo importante no es cumplir con deberes o
exigencias personales como hablar de lo mal que le va en la escuela o lo asilado
que lo notas, ni tampoco ver dónde está el error o quien pudo haberlo cometido
( te puedes sentir culpable por su mal comportamiento y encontrar causas en el
pasado sin acercarte de una manera diferente) (Ceberio 2006), sino tratar de abrir un espacio de
tranquilidad o comodidad en la medida de lo posible, cuidando que el objetivo
sea acompañar y confiar en que esta atención a la larga les llevará a compartir
contigo aquello que les pasa o buscarán la forma de hacértelo saber.
Luego viene lo complejo, cuando
tienes que detenerte a entender y acompañar comportamientos de desprecio, de
miedo o de tristeza que se observa en asilamiento o reacciones impulsivas que
de entrada no se pueden explicar y no observas alguna situación en especial que
explique esta conducta. Puede que percibas que todo está bien y no tengas
alguna idea de lo que está pasando.
Lo mejor es evitar el control o los
miedos con conductas reactivas a la experiencia ambigua que se presentan en
prejuicios o sobreprotección (buscar soluciones inmediatas, dar instrucciones,
regañar, etc.), así como desligarte de expectativas “altas” o exigentes
centradas en condiciones personales no resueltas sobre tus hijos o hijas y
replantear los deseos, sueños o ideales en lo material, espiritual y afectivo.
Cuando logras tomar consciencia de que muchos
de tus conflictos en la relación pueden deberse a frustraciones de tu pasado o
a partir sobre exigencias en tu presente, puedes empezar una nueva percepción
de lo que sucede e inclusive esta situación ser una oportunidad para ti de
entenderte y tratarte de una manera diferente.
Además, para favorecer
conversaciones o entender su experiencia, lo primero que se recomienda es no obligarles
a decir o dar una explicación y darte tu espacio para estar con paciencia, al margen de las situaciones que tienes que
resolver, para acompañarlos o estar con ellos o ellas[1]. En
ocasiones no saben que les pasa (en especial en casos donde hay abuso, tensión
en la relación de sus papás, un problema económico en la familia, etc.), su
mejor medio de expresión son sus gestos y comportamientos de rechazo o
asilamiento (Ceberio 2009)
Si en este punto te das cuenta que
surge la molestia en ti, repites alguna idea que confirma que el problema solo
es tu hijo o tu hija, sin poder ver como también puedes estar afectado o
afectada por problema, el amor se convierte en frustración constante, rechazo o
agresiones y es complicado recuperar la relación. Es importante hacer una pausa
y, si no surge una nueva actitud, pide ayuda profesional.
RETOMA
TU PROCESO ADOLESCENTE.
Al inicio del escrito te comentaba
que es importante que te ubiques en esa etapa y que imagines o traigas a tu
mente aquellas condiciones que eran significativas a esa edad. No es lo mismo
enamorarte a los 15 que a los 25, 35 o 50 años, de la misma forma las
expectativas y relaciones con los amigos van cambiando con el tiempo, lo que
llega a generar una “brecha” generacional que impide una buena comunicación.
En esta etapa pudiste haber sido más
consciente de necesidades y situaciones en casa y tener otra opinión diferente
a tus papás respecto a tus amigos o eventos a los que asistías. Descubriste otra
forma de entender lo económico, social, familiar, religioso, corporal o
intelectual.
Probablemente tus reflexiones estaban
más centradas en tus deseos para tu vida adulta; o como poder conquistar a esa
chava o ese chavo; probablemente te cuestionabas sobre temas políticos de
injusticia o hábitos en casa que antes te parecían normales.
Al ver y pensar en estas
situaciones, puedes irte acompañando de tu pareja o amigos cercanos y compartir
tus experiencias o análisis que vas encontrando. Puede ser divertido que cada conversación
lograda con amigos, familiares o pareja te pudiera una nueva perspectiva de tu
vida y de lo que vives o por otro lado que esta crisis con tu hijo o hija te
confirme que es importante atender y reconocer la importancia de tu necesidad
que habita en ti desde tu juventud o inclusive tu niñez y aprender a darle su
lugar (Laso 2014).
Habrá quienes te cuenten experiencias
nuevas como el nacimiento de la idea de su negocio que tienen ahora o que a
partir de cierta experiencia en esa etapa decidieron que carrera querían
estudiar. Algunos otros te contarán maneras divertidas o curiosas de la
relación con su sexualidad, desde el enamoramiento hasta el encuentro con su
cuerpo. Otros tantos te abrirán su corazón con experiencias difíciles que no te
hubieras imaginado que tuvieron que superar.
Tan solo darte este tiempo puede ser
entretenido y podrás incluir toda una gama de temas o conversaciones valiosas.
Estos recuerdos te podrán ubicar un poco mejor en las necesidades de tus hijos
o hijas e inclusive, como comenté anteriormente, podrán despertar algunas tuyas
que están pendientes por atender.
Estos relatos, aumentan la empatía y
la compasión, condiciones importantes para poder comprender a tu hijo(a) que
vive esta etapa de una manera cercana y humana.
MANTENER
EXPRESIONES AFECTIVAS CONSTRUCTIVAS.
Parece una propuesta sencilla, no
creo que algún papá o mamá en su sano juicio se proponga dañar a sus hijos o
quererles transmitir la sensación de menosprecio o poca valía. Lo complejo en
las relaciones humanas es que en ocasiones si se transmite el dolor hacía los
hijos, se les cobran deudas que se les deberían de cobrar a los propios padres,
se les ponen expectativas que no les corresponden o los limitamos con nuestros
miedos.
Por ello hay que reconocer el cariño
que damos, procurando la comprensión y el dialogo. Imagina que en ocasiones disfrutas
o reflexionas sobre las acciones que le hacen bien a tu hijo o hija, por más
simple que parezca. Esto es “alimento”
para su corazón, sus sueños y su vida. Y lo increíble es que esto sucede de
manera recurrente, la confusión estriba en la idea de que lo grandioso o
valioso de la vida es algo diferente a lo que vivimos día a día, o que el error
somos nosotros mismos.
Reconocer que hace bien el
adolescente y el apoyo de los adultos en casa, son fuertes herramientas de
protección. Las mamás o papás desgastados o lastimados, una de las cosas que
pierden o es un reto alcanzar es la paciencia donde se procura el afecto. Ya
sea porque no la vivieron o porque las circunstancias actuales los tienen en
una presión constante, les aleja de sentir cariño y comprensión en la familia. Esta
condición a la larga, sin ser atendida y comprendida, inevitablemente se
relacionará con síntomas psiquiátricos o conductas problemáticas en los
adolescentes.
Volviendo al tema de querer o
demostrar afecto, date tu tiempo para reconocer que les hace bien, desde una
caminata en la tarde, una comida, un te quiero, un abrazo, ver una película,
una broma y muchas cosas más. Replícalo cada que puedas y veas pertinente,
hazlo de manera consciente, auténtica y evita que sea algo en automático o
forzado.
Si te encuentras con complicaciones
para expresar afecto, es probable que no sepas como darlo o que alguna
situación personal lo impide. Puedes pedir ayuda profesional, como lo he ido
mencionando en el escrito (las frustraciones que no permiten renovar o resolver
las tensiones con los hijos puede que te lleven a esta posibilidad) o también
irlo dialogando con alguien de confianza que te ayude a pensar en cómo puedes
aprender a querer. Y si quisieras practicar desde lo básico, puedes empezar a
tomar el cariño desde la salida del sol al amanecer, el saludo de las personas
en tu trabajo, tu salud o alguna condición positiva que reconozcas. Todo el
tiempo pudieras encontrar algo amoroso que fortalezca tus relaciones con los
otros y contigo mismo o contigo misma.
CONCLUSIÓN.
Puedes poner en práctica estas ideas
para ser cercano o cercana y dialogar para comprender a tu hijo o hija. Si observas
no solo es preguntar o investigar qué es lo que hace, sino que es una actitud
de cercanía y respeto, donde lo importante es favorecer una relación
constructiva y afectuosa.
Los principales retos los podrás
encontrar en crisis actuales o carencias afectivas en tu vida. No quiere decir
que seas el culpable o la culpable de sus males, sino que al atenderte
facilitas que ellos también lo hagan, siguen tu ejemplo en sus vidas, aunque en
ocasiones parece que te ignoran.
Por último, confía en los recursos
que tengas para demostrar el afecto, cuando esta característica se cuida y se
hace de manera consciente, auténtica y prudente, se abren nuevas posibilidades
para dialogar y compartir la vida. A pesar de los malos ratos o los conflictos,
el hecho de poner de antemano el cariño, permite entender de otra manera el
pasado y procurar un futuro pleno para ellos y ellas.
REFERENCIAS.
Ceberio, M (2006), “La buena comunicación”.
Barcelona: Paidós.
Ceberio, M (2009), “Cuerpo, espacio y
movimiento en psicoterapia. El cuerpo del psicoterapeuta como herramienta de
investigación.” Buenos Aires: Teseo.
Omer, H (2017), “Resistencia pacífica.
Nuevo método de intervención con hijos violentos y autodestructivos”.
Madrid: Ed Morata S.L.
Laso, E (2014) El trabajo con emociones en terapia
familiar: teoría y aplicaciones. México: Revista Redes.
Linares, J (1996), Identidad y Narrativa. Barcelona,
Paidós.
[1] Otros
tantos son conscientes de que hay una crisis en casa y no saben cómo
acompañarlos, se resignan a esa tensión, y se enfocan en resolver otro
conflicto relacionado con lo económico, un conflicto de pareja, enfermedad de
algún familiar, etc. y no con el comportamiento extraño que observan.
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