lunes, 17 de mayo de 2021

Normas y disciplina para una convivencia armónica en casa y en la escuela

 



 Por Germán Ríos Morfín*

 

  La disciplina y las normas pueden facilitar el aprendizaje y desarrollo en la escuela y sentar las bases de seguridad en la familia. En este escrito hablaremos de estos dos escenarios socialmente significativos, junto con una reflexión sobre la convivencia y con algunas conclusiones que sean de ayuda para las personas que llevan la responsabilidad y demanda social de formar y acompañar a adolescentes y jóvenes.

 

La convivencia y las normas

 

  Somos seres sociales y necesitamos de los otros para poder ser plenos en nuestra vida. En la realización personal, sin los otros no tienen sentido los logros. Ya lo mencionaba Cristopher McCandless en la película “Into the wild” (Penn 2007), cuando al final de su búsqueda de libertad, en la soledad, se da cuenta que la felicidad sólo es valiosa cuando es compartida.

 

  Para los adolescentes y jóvenes es necesario aprender a colaborar con otras personas. Usualmente tienen que lograr un intercambio de ideas, sentires y en un futuro hasta asociaciones económicas que les traigan un beneficio y les genere bienestar. Esto se verá influido en algún momento por las dinámicas con las cuales aprendieron a convivir con las normas desde casa y en la escuela.

 

  En ambos escenarios delegamos nuestras esperanzas de un mundo mejor y en ocasiones podemos exigir asuntos que no son responsabilidad de ese escenario u organización. Lo ideal es que haya colaboración entre en estos dos y se ajusten las expectativas para lograr un ambiente saludable, que favorezca el aprendizaje y desarrollo (Dowling E & Osborne E 1996).

 

Disciplina en la escuela

 

Curwin y Mendler (2003) generan una propuesta para trabajar en la escuela de una manera preventiva de mala conducta, no autoritaria, que permita tener ambientes óptimos para el aprendizaje, revalorando las normas en un sentido positivo. Una de sus sugerencias es hacer acuerdos con los alumnos (contratos sociales) y con ello evitar que el ambiente en clases sólo dependa del profesor. Por ejemplo, al iniciar el curso se dialoga con los estudiantes, ellos proponen algunas normas que les parezcan importantes para poder aprender, el profesor confirma y se guía durante el curso con estos acuerdos. Pueden incluir consecuencias particulares como una clase de convivencia si se cumplen ciertos objetivos en la clase (siempre y cuando la institución lo permita[1]).

 

  Al hablar de los profesores (Curwin y Mendler 2003), indican que deben cuidar su desgaste y analizar los modos como aplican las normas, procurando un balance y claridad entre lo que se espera de los alumnos y la forma como se expresa. Si se es demasiado duro, se pierde de vista el aprendizaje y se teme a la consecuencia. Si se busca ser demasiado cercano, los alumnos generan un trato de “amigo” y menosprecian los contenidos o habilidades a desarrollar.

 

  Además, los docentes llegan a hacer comentarios o acciones poco efectivas que mantienen una resistencia para el trabajo en su materia o una lucha de poder, generando una competencia por el mandato en el salón con los alumnos. Para resolver estas tensiones que pudieran surgir hay que cuidar la confianza con el equipo administrativo[2] o algún otro profesional que les permita analizar sus modos de actuar y lograr acciones centradas en el logro de las habilidades de la materia, así como atender las frustraciones o malestares personales, no relacionados directamente con la enseñanza.

 

  Una vez lograda esta ubicación de los propios modos de proceder, podemos tomar la propuesta de Schmill (2008) para intentar nuevas formas de llevar las normas de manera asertiva o evaluar las que son exitosas y ver si se ajustan a estas ideas, que se basa en 5 puntos: ser claros (definir que se quiere más allá de dar explicaciones), concretos (enfocarse en comportamientos definidos, en cierto lugar y forma), concisos (decirlo en pocas palabras), cumplidos (al no seguir el acuerdo o norma aplicar una consecuencia relacionada con la falta), consistentes con las reglas (mantener la misma norma y consecuencia a través del tiempo).

 

   Es importante tomar en cuenta que hay cierto porcentaje de alumnos que serán disruptivos a pesar de los acuerdos o formas asertivas de comunicación. Se pueden tomar otras herramientas para estos casos complicados como el dejar pasar la provocación (apodos, ignorancia o gestos de descalificación hacía la autoridad); evitar la lucha de poder y en su lugar reflexionar con la persona al margen del grupo; dialogar junto con otro profesor sobre el conflicto y en ocasiones hasta tener la posibilidad de “jugar” con la idea o conducta “descalificadora” (Por ejemplo, si te critican por tu forma de vestir, trata de reírte de ti mismo(a):  “si, nunca ha sido lo mío la moda, me quedé en los ochentas” y seguir con el tema del día) (Curwin & Mendler 2003).

 

Normas en casa

 

  La familia responde a diferentes retos como las demandas de cierto estilo de vida o la presión por alcanzar estándares lejanos de sus necesidades que pueden hacer complicado estar presentes. También, en ocasiones es complicada la buena convivencia ya que no solo depende de la forma como se llevan las reglas e instrucciones sino del ambiente en casa. Por ejemplo, los secretos, así como las tensiones en las parejas (Fishman 1990), generan interacciones que llevan a vivir malestar en los hijos que muestran a través de síntomas o acciones rebeldes. En caso de estar en una crisis o con una relación desgastada (descalificaciones, agresiones e inclusive violencia) es importante acudir a pedir ayuda con un profesional que los lleve a entender y resolver las tensiones de manera constructiva.

 

   En sentido positivo, las familias pueden generar un espacio con riqueza afectiva y de respeto según las etapas y capacidades de cada uno de los integrantes. Estas dinámicas constructivas podemos pensar que son el ejemplo de la armonía y el amor que habita en este mundo.

 

  Para iniciar respecto al manejo de reglas en el hogar, debemos de reflexionar en una manera constructiva de ejercer la autoridad, evitar la culpa y en su lugar ser asertivos siguiendo las mismas 5 condiciones mencionadas previamente de Schmill (2008): Concretos, concisos, cumplidos, claros, consistentes. Por ejemplo: cuando tu hija no sigue alguna norma en casa como dormir a las 9 de la noche, se pudiera hablar con ella de la siguiente manera: Hija, el dormir a tus horas es bueno para tu salud y ayuda a que aprendas mejor. “Si no te vas a tu cama a descansar, me quedaré contigo hasta que me entregues tu tablet…” (pasan de las 9 de la noche y se sienta usted a su lado o en su cuarto esperando a que le entregue el aparato). Si reincide, se vuelve a repetir la misma idea y se procura la misma consecuencia centrada en el sentido del descanso. (Hay que tener una autobservación y actitud reflexiva para que esto tenga sentido. En caso de tener complicaciones para el logro de la buena convivencia, habrá que preguntarse ¿Qué puedo hacer yo diferente? Si no puede hacerse esta pregunta o percibe que ya no hay nada que hacer y tiene poca paciencia con su hijo o hija; es probable que necesite de asesoría profesional).

 

  Además, puedes experimentar con diferentes acuerdos con tus hijos.  Puedes iniciar con un par de actividades que es importante que ellos hagan, anotar las consecuencias y que ellos las conozcan. No necesariamente tienes que premiar todos sus logros, pero si reconocer cuando están hechas sus responsabilidades (Dowling E & Osborne E 1996).  (Habrá que procurar priorizar las actividades más importantes. Si se quiere que se haga lo que no se ha hecho de un día para otro, pudiera ser parte del problema y no una solución).

 

  En casos extremos de comportamiento disruptivo, cuando los hijos son violentos o agresivos, los papás dudan en la forma de proceder.  Se sienten apenados o culpables por las reacciones de ellos o ellas y evitan comentarlo con los demás (Omer 2017). Buscan culpables fuera de su núcleo familiar y pasan de tener actitudes hostiles a negligentes sin poder quedarse en una propuesta asertiva (Schmill 2008).

 

  Para responder ante estas condiciones violentas pueden tomar las propuestas de la resistencia pacífica de Haim Omer (2016)[3]. Uno de sus principales objetivos es evitar responder ante las provocaciones que generan lucha de poder o interacciones agresivas (físicas, verbales u otras). Menciona varias ideas y comparto dos de ellas que me parecen fundamentales:  la primera es hablar de este tema con alguien de confianza (amigo o amiga de los padres de familia, el tío o tía de confianza, algún entrenador o profesor cercano, etc.) y si se presenta la amenaza del hijo o la hija contactar en ese momento al apoyo que hayas elegido para que ayude(n) a resolver la situación conflictiva, les permita mediar y escuchar las necesidades de él o ella. La segunda es evitar el control y apostarle a la presencia, que su hijo o hija tenga claro que hay un papá, mamá o autoridad cercana que no se va a alejar y no pretende obligar o controlar sino llegar a una sana convivencia, procurando demostrar el afecto de manera sorpresiva (hacerle su comida favorita, expresar cariño sin esperar una respuesta, saludarlo o saludarla de manera cariñosa, aunque no quiera responder, etc.).

 

Conclusión

 

  En un inicio las actitudes autoritarias parecen tentadoras: las provocaciones de alumnos en las interacciones del día a día nos pueden sacar de nuestro centro o equilibrio emocional (Curwin & Mendler 2003). Lo importante es retomar el sentido de la interacción, reflexionar sobre nuestro hacer, no solo sobre los otros, e inclusive incluir un cuestionamiento o toma de conciencia de nuestra escala de valores[4] (Schmill 2008).

 

  Además, podemos cometer errores en el manejo de la disciplina o en el logro de los aprendizajes o las bases de la formación de los adolescentes y jóvenes.  Esto se puede dar por ignorancia o falta de conocimiento de acciones eficientes aprendidas desde nuestras familias de origen. Hay que tomar la responsabilidad de cambiarlas o reaprender nuevas formas de manejarnos como autoridad (no se sabe plantear un objetivo de trabajo, se procuran dinámicas ambiguas o agresivas). Lo que es relevante es hacer una pausa y ver cómo estamos frente a este tema.

 

  Así, podemos pensar que la exigencia del buen comportamiento no depende del control o los castigos que infundan miedo. Tampoco podemos ser rígidos o permisivos en cuanto las formas de relación con la autoridad habiendo tantas necesidades o motivaciones no dichas o por descubrir con los adolescentes y jóvenes, sino tomar el reto de ser autoridades conscientes y humanamente responsables. Hay que saber reconocer que uno necesita seguir aprendiendo, pensar que estamos en un contexto complejo y que las “agresiones o malos modos” no son contra nuestra persona, aunque así pudieran parecer, sino que son parte de las carencias o conflictos que hay que tratar de manejar con compasión y con amor.




* Germán Ríos Morfín, es psicólogo y terapeuta familiar, actualmente se desempeña como coordinador académico en el bachillerato Pedro Arrupe, docente en la Universidad Marista de Guadalajara y terapeuta clínico. Para conocer más su trabajo: Supervisión de la práctica en psicoterapia

 


Referencias

 

            Curwin R y Mendler A (2003) “Disciplina con dignidad”, México: ITESO

            Dowling E & Osborne E (1996) “Familia y Escuela. Una aproximación conjunta y sistémica a los problemas infantiles”. España: Paidós

            Fishman H (1990), “Tratamiento de adolescentes con problemas. Un enfoque de terapia familiar”. España: Paidós

             Omer, H (2017), “Resistencia pacífica: nuevo método de intervención con hijos violentos y autodestructivos”. Madrid: Morata

            Penn, S (Director). (2007) In to the Wild. Paramount Vintage

            Schmill V (2008) “Disciplina inteligente en la escuela”, México: Producciones Educación Aplicada S. de R.L. de C.V.



[1] En algunas instituciones lograr este cambio requiere un proceso paulatino, en otras el contexto supera el ideal y se toman algunas medidas estrictas que no siempre van de acuerdo con la necesidad de los estudiantes de ser escuchados

 

[2] El ideal de apoyo se debe de dar en la misma escuela. En ocasiones las organizaciones no han podido establecer esta confianza por conflictos internos que se deben de tratar desde otra óptica no establecida en este escrito.

[3] En este escrito se menciona de manera sencilla esta propuesta para dar una nueva perspectiva que pueda disminuir el conflicto. Suele ser necesario un proceso más complejo.

[4] En ciertas situaciones la base del conflicto, cuando se tienen que mediar las normas y consecuencias en casa y las escuelas, se basa en el contraste entre las escalas de valores de las personas o las personas y las instituciones.

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